Wednesday, October 24, 2007



LA HERMANA
Sándor Márai
Salamandra, Barcelona, 2007

Una novela en la que el autor plantea una tesis: la enfermedad física no sólo tiene unas causas físicas. También el estado anímico puede desencadenar el desmoronamiento físico. Más; un sufrimiento moral, un sentimiento de culpabilidad o la frustración personal pueden desencadenar un accidente vascular, incluso la muerte.
Parte de verdad en lo que dice constituye nuestra experiencia: la muerte de un ser querido, la traición y abandono, la falta de dedicación o de atención de la persona de la que dependemos afectivamente pueden degenerar en depresión profunda, en anorexia, en pérdida del deseo de vivir.
Un amor imposible, también. La equivocación en la elección de la persona a la que consagramos nuestro afecto es la causa subyacente en este relato, en el que Sándor Márai nos desvela el mundo interior de un hombre, un artista, que trata de explicar qué ocurre cuando un hombre se deja vencer por la enfermedad y qué es lo que le empuja a elegir la muerte.
La mayor parte del libro es un monólogo interior que puede ayudar al lector a descifrar las claves que conducen al ser humano a la enfermedad. Una enfermedad aceptada ante la derrota psicológica del amor frustrado. ¿Qué puede salvar al ser humano de la aceptación a priori de la muerte? ¿De la falta de ánimo para sobreponerse a la enfermedad?
Cuando ya nada interesa, nada, ni la propia existencia, ¿a qué se puede agarrar el ser humano para sobrevivir?
El autor conduce al lector en ese descenso al infierno de la derrota psicológica hasta lo más profundo: la autodestrucción implícita en las drogas. En el último momento el protagonista, un pianista de reconocido prestigio, comienza el ascenso a un purgatorio que supondrá aceptar su nueva condición física hasta salir al nuevo paraíso de la vida. Una vida en lo que lo esencial se tornará lo primordial y únicamente importante: no más fama, no más público. Como Beatriz condujo a Dante hacia ese nuevo cielo de la aceptación de la vida, una voz femenina, tal vez imaginada, será la guía necesaria.
La completa recuperación implica la sanación del alma: la purificación de las frustraciones y la aceptación de que lo imposible lo es, y por tanto algo destructivo de lo que el hombre se debe apartar.

El sobrino de Atilano Nicolás

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