Monday, February 19, 2007



El Baile

Irène Némirovsky

Le Bal

Salamandra, Barcelona, 2006
94 págs.

Traducción: Gema Moral Bartolomé

Relato breve e intenso. La autora utiliza un lenguaje directo y sencillo para describir la sociedad parisina de principios del siglo XX en la que los nuevos ricos se disputaban los primeros puestos y los títulos nobiliarios de las casas venidas a menos.
El personaje central es una adolescente que muestra al lector el conflicto permanente propio de esa edad: el deseo del aún niño que precisa del cariño y las atenciones de los padres y el empuje biológico hacia el otro sexo que señala la nueva dirección de la vida, el anhelo del amor.
De fondo el tema de la educación de los niños y sobre todo, de los jóvenes adolescentes. La autora presenta en apenas cien páginas las consecuencias que se siguen de una educación inadecuada. Los padres que se dirigen a su hijo o hija con dureza excesiva, que no le tratan con la dignidad propia del ser humano, que le enseñan a vivir en la falsedad de mostrar a los demás, incluso a los más próximos, que son lo que no son, serán los que van a sufrir en primer grado las consecuencias.
La educación del joven debe perseguir la meta de la autenticidad. La adolescencia es complicada en sí misma. No se ha dejado de ser niño afectivamente, de depender de la estabilidad de los padres, cuando se sufre una convulsión interna con las exigencias de un cuerpo sometido a la revolución hormonal. El o la joven llegarán a la madurez si atraviesan este océano en agitación ligeros de equipaje. Si no se les pide que vivan con los condicionamientos sociales propios de los adultos. Si se les enseña a ser lo que son, a aceptarse como son, a aceptar sus propios fallos y los demás mediante el bálsamo del perdón a sí mismos y a los errores de los demás. No pasa nada por admitir que nos equivocamos o que los demás se equivocan, porque por debajo de todo subsiste el cariño y la comprensión.
Corregir a un hijo es parte de la tarea. Corregir, pero no exasperar. Corregir porque buscamos al adulto que nos encontraremos al final del proceso educativo. Corregir porque buscamos la adecuación del hijo o de la hija a un mundo que precisará de su contribución para ser mejor. Queremos hijo que contribuya con su trabajo a una sociedad más justa y más solidaria. Por eso corregimos: para enseñar a nuestro hijo a ser diligente, trabajador, honrado, solidario…
Otra cosa sería torturar a nuestro hijo o hija imponiéndole que no diga o que no haga aquello que perjudicaría nuestra imagen en la sociedad. En este caso le estaríamos enseñando que lo único importante somos nosotros, los padres, y nuestra imagen. El hijo pasa a segundo término. Está en función de los objetivos sociales o económicos del padre aunque se adorne el lenguaje diciéndoles que es por su “día del mañana”. El adolescente percibirá que no se trata de su vida. Que se trata de la vida de sus padres. Se sentirá desplazado y alejado del mundo afectivo de los progenitores. Y ese dolor producirá un desgarro, una reacción de consecuencias impredecibles. Y si no, léase la novela de Irène Némirovsky.

Tuesday, February 13, 2007

La Abadesa, de Toti Martínez de Lezea

LA ABADESA
Toti Martínez de Lezea
Maeva Ediciones, Madrid, 2005
250 págs.

Toti Martínez de Lezea elige, para su historia novelada, dos formas muy acordes con el estilo literario en uso allá por el siglo XVI: la autobiografía y el relato de viajes.
Mª Esperanza de Aragón, hija bastarda de Fernando el Católico, descubrirá al lector de esta novela los usos y costumbres de los castellanos de Castilla y de los castellanos de las villas vascas que aún siendo parte del Reino de Castilla conservaban sus fueros, usos y costumbres, como los conservaban otros pueblos de las distintas zonas del reino. Precisamente, el respeto a esos fueros y costumbres será lo que lleve a Fernando el Católico, Rey de Castilla al igual que Rey de Aragón, a la villa de Bilbao en 1476, ocasión en la que conoce a Toda de Larrea, una joven de 15 años, quien dará a luz, nueve meses después, a una niña , Mª Esperanza la Excelenta. En 1484, ocho años más tarde, será la propia Reina Isabel la Católica, quien acudirá a la villa de Bilbao para manifestar su respeto a los fueros, usos y costumbres. Y en los festejos organizados por los bilbaínos tendrá conocimiento de la existencia de la niña, hija bastarda de su esposo Fernando. El episodio causó una gran humillación a la Reina pues la joven y bella Toda declamó en público unos versos en los que se desquitaba de las humillaciones recibidas y se declaraba posesión del Rey. La Reina Isabel, muy dolida, ordenó que se llevase a la niña al convento de clausura que las Agustinas tenían en Madrigal de las Altas Torres, en Ávila. Allí la reina tenía su palacio y casa.
Mª Esperanza creció en el convento junto a otra niña, también bastarda de Fernando, que llegó un año más tarde. Se convirtió en una joven valiosa que llegó, por sus cualidades personales, a ocupar el cargo de Abadesa a los veinticinco años. Es entonces cuando recibe la visita de la Madre Superiora de la Orden quien le trae un breve del Papa Julio II comunicándole que el Rey Fernando el Católico, tras la muerte de Isabel, la reconoce, a ella y a la otra monja con la que había crecido, hijas suyas.
Mª Esperanza se las ingeniará para conseguir el nombramiento de Inspectora General de los Conventos y Monasterios de la orden agustina en Castilla y León. Y comienza así sus viajes hasta la villa de Bilbao en donde está segura de poder descubrir algo de su pasado y, sobretodo, lo relacionado con su madre y quizás a su madre misma.
Encuentra a su tío Pedro Larrea, días antes de su muerte; tiempo suficiente para que reciba la herencia que le pertenecía como única descendiente con vida. Y conoce a Tristán Díaz de Leguizamón, Pariente Mayor de los oñacinos, causante de la desgracia de la joven Toda, a quien obligó a yacer con el Rey Fernando, y por tanto causante de su propia desgracia. La trama de la novela permitirá a Mª Esperanza vengar de algún modo toda aquella afrenta.
Igualmente descubre que el militar que había secuestrado a Toda y a la niña, aquel que la había conducido al convento de Madrigal por orden de la Reina Isabel, vive aún en Trujillo. Mª Esperanza se las ingenia para poder acudir a Trujillo y continuar así sus indagaciones sobre el paradero de su madre, Toda de Larrea.
Y efectivamente descubre lo ocurrido a Toda. En el último episodio se da noticia del final de todos y cada uno de los personajes que acompañan a Mª Esperanza en el esclarecimiento de su pasado y en la búsqueda de sus raíces.
Este será el nudo aglutinador de la novela: la necesidad de todo ser humano a tener noticia de quienes son sus padres, más altos o más bajos en el contexto social; más inteligentes o menos; incluso mejores o peores. Lo que un padre haya sido en excelencia, sin duda honrará al hijo; lo que haya sido en vergüenza, lo humillará. ¿Pero habrá mayor desgracia para el ser humano que no conocer quienes le engendraron? Quizás para quienes hemos conocido a nuestros padres, este sentimiento de angustia nos resulte extraño y no nos alcance. Pero Mª Esperanza, la Excelenta, luchó duramente, en una época en la que las mujeres carecían de toda autonomía e independencia, por averiguar su pasado.
A lo largo de la novela, la autora de noticia de los comportamientos no adecuados de reyes y reinas que no respetaron el vínculo conyugal y mantuvieron relaciones extramatrimoniales. Se muestra también en la novela las consecuencias históricas, las luchas de dinastías –los hijos legítimos y los bastardos- por conservar el poder. Las muertes y asesinatos crueles de mujeres e hijos o las vidas extrañas a las que se sometían a niños inocentes. Los Reyes hacían con sus cuerpos lo que querían. Las consecuencias las pagaban sus familias y los propios reinos que sufrían guerras civiles, miserias y ajusticiamientos de los partidarios vencidos.
La autora relata muchos de esos casos. Sin embargo la Reina Isabel de Castilla no tuvo hijos fuera del vínculo matrimonial. Si los hubiese tenido habrían sobrevivido, al igual que los que su esposo y primo tuvo. Porque entonces la Iglesia Católica prohibía el matrimonio entre primos, no porque los estudios de Biología hubiesen ya demostrado los peligros de la repetición de la carga genética entre familiares, sino porque a la Iglesia Católica le constaba el hecho y quería prevenir a sus hijos de un peligro que quizás no se podía demostrar científicamente en aquel momento de la historia. Isabel y Fernando eran primos y los hijos de ambos murieron muy jóvenes o padecieron enfermedades graves. Los hijos bastardos del Rey Fernando gozaban de buena salud.
Una novela que, con un lenguaje sencillo y una trama que capta la atención del lector desde las primeras páginas, puede ayudar a repasar y profundizar en algunos hechos históricos de gran relevancia.
El sobrino de Atilano Nicolás

Tuesday, February 06, 2007

El camino de los Ingleses


El camino de los Ingleses
Antonio Soler
Ediciones Destino, Barcelona, 2006
350 páginas

Reza en una de la biografías de Antonio Soler: “autor que está más preocupado por mantener el aliento y la tensión en su escritura que por las ventas”. Con este ánimo me he acercado a esta novela. Me he encontrado con un artesano de la prosa. Trabaja sus párrafos, sus líneas, encadenando el anacoluto y el oximoron con destreza. Consigue alcanzar la prosa poética en originales alegorías y el ritmo con el que baraja las evocaciones de las vidas de sus personajes, a partir de un color, o de un sonido le sirven como acelerador o retardador de la acción. Domina el tiempo de la narración y sigue las huellas de Juan Rulfo en su obra Pedro Páramo. Sí, efectivamente sabe mantener la tensión en el relato.
Del contenido, o mejor de los temas que trata merece especial atención “el desarraigo del joven”. Debería de haber aclarado primero que se trata de una novela de “rito o de paso de la juventud a la madurez”. Deja el regusto, en cuanto a la temática, a El Señor de la Moscas o Ritos de Paso, ambas de William Golding, por ejemplo. Y como ambas describe las situaciones escabrosas, los crímenes incluso, a los que un joven puede llegar, cuando desde su infancia vive en un ambiente sin otro valor determinante de su conducta que los lazos –a veces demasiado imprecisos y fluctuantes- de la amistad. Una sociedad en la que la familia está rota y los hijos deben sobrevivir económica y emocionalmente a sus propias circunstancias y a sus fantasmas –los golpes que no aciertan a encajar-.
Por esta novela pasan las vidas de un grupo de jóvenes durante el verano previo a su entrada en la universidad (al menos algunos irán a la universidad). El autor presenta al lector, sobre todo, la vida de los que no irán a la universidad: Miguelito Dávila, José Rubirosa, el Corbata, y Amadeo Nunni, el Babirusa serán las vidas alrededor de las cuales se desenvolverá la acción.
Los dos primeros, Miguelito y José, se disputarán el afecto de Luli Gigante, una joven hermosa con aspiraciones a bailarina. José y Rafi Ayala matarán a golpes a Miguelito al final de la novela, por celos. Un capítulo en el que la crueldad que Rafi Ayala venía practicando desde su infancia con los gatos, se verá escenificada en un ser humano.
William Golding también describe escenarios semejantes en los que la perversidad de los jóvenes llega a romper una o varias vidas, por sentimientos tan primitivos como un episodio de celos o de orgullo –cuestión de honor-.
Pero el personaje que mejor describe la problemática actual del joven que quiere convertirse en adulto y no encuentra el equilibrio necesario para afrontar ese paso es sin duda, Amadeo Nunni el Babirusa.
El Babirusa no tiene padre, no lo ha conocido. Y la angustia de no saber quién era su padre le llevará a buscar distintas alternativas: inventa una historia para explicar su desamparo en la que su padre fue arrebatado por una nube y regresará con la lluvia cualquier día; cree que pudiera ser cualquier vecino y persigue a sus vecinos con el propósito de descubrir parecidos; le adjudica caras…
El Babirusa vive con una hermana de su padre, al que no consigue recordar, y con su abuelo. Su madre, un buen día, se casa con un negro en Londres y le invita a la boda. En ese viaje descubre que la profesión de su madre es la exhibición y la prostitución y este descubrimiento termina por reventar su inestable situación afectiva. El Babirusa reacciona con exceso ante lo que para él pudiera significar una insinuación contra su hombría. Reacción excesiva quiere decir que le clava un sacacorchos en la cara –su intención era alcanzar un ojo- a un joven que se dirigió a él con una frase desafortunada, castiga a su abuelo con un golpe de kárate en el esternón porque es descuidado y no cubre sus genitales…
El Babirusa no sabe como reaccionar. Ha crecido sin el control afectivo en sus manifestaciones que da la vida en familia: el afecto de la madre y la autoridad del padre así como las limitaciones que podrían imponer el reparto del espacio y de las atenciones de los progenitores entre los hermanos. Ese crecimiento lento y profundo es lo que le lleva a vivir perdido entre fantasmas y a no poder distinguir lo que es un afecto de lo que es una conducta caprichosa y egoísta. Toda una reflexión para una sociedad en la que prima el “cada uno hace con su cuerpo lo que quiere” en la conducta de los padres y olvida la responsabilidad ante los sentimientos de los hijos.
Lástima que describa en exceso las situaciones escabrosas en los que estos jóvenes creen aprender lo que es la sexualidad. No se conforma con señalar el lugar en el que se encuentra el basurero; además se recrea en describir la podredumbre que en el abunda. De haber obviado esos pasajes sería una obra de lectura obligada para jóvenes.
El sobrino de Atilano Nicolás