De qué hablamos cuando hablamos de amor
Raymond Carver
Anagrama,
Barcelona, 2006
Traducción
de Jesús Zulaika
Se trata de una colección de
diecisiete relatos en clave hiperrealista. Carver pone al lector frente a la
realidad social norteamericana. Descripción dura del mosaico social y lo que
implica la sucesión de divorcios y amalgamas sociales complicadas en medio de
las cuales el hombre –y la mujer- tienen que sobrevivir. La sensibilidad del
otro hacia los propios sentimientos y la soledad que nos encuadra ante la falta
de respuesta a la afectividad del otro van determinando la configuración de
seres desarraigados en extremo para los cuales la palabra amor ha dejado de
tener una significación universal, un valor absoluto.
“¿Por
qué no bailáis?”,
el primer relato, nos presenta a una pareja de enamorados que intenta comprar
algunos muebles para su hogar en una venta de segunda mano. El anciano que los
vende acepta el precio que ellos ofrecen porque cree descubrir en ellos la
pasión del primer amor. Incluso les regala un tocadiscos y unos discos con la
petición de que bailen –que demuestren el entendimiento de la pareja-.
En “El señor Café y el señor Arreglos” el lector se puede reconocerse
en el alivio con el que un marido descubre que su ex mujer ama a un hombre que
vale menos que él mismo: aquel que el creía un ingeniero aeronáutico ha
resultado ser un trabajador de la cafetería del aeropuerto. Mejor, un ex trabajador
y un ex presidiario porque su ex mujer pagó la fianza para que recobrase la
libertad.
En “Belvedere”, un motel de carretera, trabaja una pareja. En
principio les pareció un sitio muy apropiado para vivir su condición de
enamorados. Y así fue durante una temporada. Pero apareció una morenita
mexicana, encargada de la limpieza de las habitaciones y el hombre decidió
probar las mieles de la infidelidad. El momento que elige Carver para dar a
conocer la situación de la pareja al lector es precisamente el de la
desesperación y la borrachera para olvidar, el hombre, su error, y la mujer su
dolor. Perdido el respeto, perdido el sentido de la vida…, y el trabajo.
Sam y Cliff habían sido amigos,
además de vecinos. Lo cuenta Carver en
el relato “Veía hasta las cosas
más minúsculas”. Un día se emborracharon y se dijeron las cosas claras.
Levantaron una valla entre las casas. Sam sigue acudiendo a la valla por las
noches aunque ahora recoge las babosas del jardín en un tarro. Las babosas son
todo lo que queda de aquella amistad. La mujer de Cliff encuentra bastante
desagradable la actividad nocturna de Sam –recoger las babosas. Es mejor el
mundo que ve dentro de su casa.
Un padre le confiesa a su hijo
cómo fue infiel a su madre repetidamente, hasta que el marido de la otra
descubrió todo y terminaron los dos matrimonios. “Bolsas” es la justificación de lo injustificable delante del hijo,
quien a su vez se encuentra en una situación de ruptura. Ambos hombres se
encuentran en la cafetería de un aeropuerto, la gran casa de nadie; sólo gente
de paso, como las propias relaciones de las parejas que duran lo que dura un
vuelo. Pero Carver se limita a describir realidades muy probables. La misma
crudeza de la realidad es una simbología de la soledad del hombre –y de la
mujer- perdido en la selva del asfalto.
“El
baño” por
ejemplo, un símbolo de que las necesidades cotidianas pueden imponerse a las
circunstancias más dolorosas de la vida. Una pareja que deberían estar
celebrando el cumpleaños de su único hijo, se ven inmersos en la tragedia: un
coche acaba de golpearle y está en coma. La madre acompaña al niño en el hospital
mientras el padre, que volvía del trabajo decide tomarse un baño. En casa
recibe insistentes llamadas del pastelero pidiendo que pasen a retirar la tarta
del cumpleaños.
“Diles
a las mujeres que nos vamos”
es un relato sumamente cruel. Dos parejas de amigos de la infancia cenan juntos
en casa de uno de ellos. Los hombres deciden salir a tomarse unas cervezas. Ven
a dos chicas en un coche y las persiguen. La historia termina con el asesinato
de las dos chicas. Una infidelidad trágica.
“Después
de los tejanos”
describe la percepción de una pareja, ya ancianos, sobre la realidad del amor
entre los jóvenes. El lector cree que el relato está fundamentado en el refrán
“afortunado en el juego, desgraciado en amores”. Y así parece, pues los
ancianos que han logrado vivir juntos en armonía no aciertan en el juego. Sin
embargo los jóvenes que parecen ajenos al significado profundo del amor lo
ganan todo. De pronto el lector se topa con un muro: la anciana padece cáncer.
“Tanta
agua tan cerca de casa”
muestra al lector la indolencia e indiferencia de cuatro amigos que van de
pesca un fin de semana. Nada más llegar, se encuentran el cadáver de una joven
y deciden dejarlo atado a un árbol y no renunciar a su proyectado fin de
semana; finalizado su fin de semana informan al sheriff. Lógicamente los
vecinos de la localidad se extrañan de su frialdad pero para ellos el problema
se resuelve con un güisqui y...
“La
tercera de las cosas que acabaron con mi padre” es el relato más largo. El
protagonista analiza las causas de la muerte de su padre. Pearl Harbor, el regreso
a la granja familiar y la muerte de Dummy (un vecino bobalicón), enloquecido
por su dedicación a un criadero de peces. Por las pencas abandonó a su mujer y
cuando el río se desbordó y perdió su criadero, mató a su mujer con un martillo
y después se suicidó. Una escala de valores muy particular.
El penúltimo relato lleva el
título de la colección “De qué hablamos
cuando hablamos de amor” y es una reflexión sobre el significado de
maltrato físico en la pareja y suicidio por amor. “Creo que en el amor no somos
más que principiantes. Decimos que nos amamos, no lo dudo. Yo amo a Terri y
Terri me ama a mí, y también vosotros os amáis. Ya sabéis a qué tipo de amor me
refiero ahora. Al amor físico, ese impulso que te arrastra hacia alguien
concreto, y al amor que inspira el ser de la otra persona”.
Carver reserva para el último
relato “Una cosa más” el argumento
de un loco en el manicomio quien parece no haber resuelto su correcta
ubicación. ¿Será el amor esa relación que nos desquicia la vida y nos hace
sentirnos ajenos a nosotros mismos si nos falta la presencia del ser amado?
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