Saturday, August 11, 2007

La Reina sin nombre, de María Gudín

La reina sin nombre
María Gudín
Ediciones B, Barcelona, 2006, 357 págs

María Gudín ha creado con su novela “La Reina sin nombre” un imaginario cuyo referente es la península Ibérica del siglo VI poblada por diversos grupos étnicos de raíces celtas que vivían en castros diseminados por la cordillera Cantábrica y sus estribaciones (Montes de León, Macizo Galaico y Montes de Zamora, Carpurias…) Los celtas, celosos de su independencia, ya se habían enfrentado con éxito a los romanos y a los suevos. Ahora les toca aunar fuerzas, bajo el símbolo del Santo Grial, y luchar contra los godos capitaneados por Leovigildo.
Por entonces la corte reside en Mérida y los godos pelean en otro frente, en el sur, contra el Imperio de Bizancio que mantiene sus posiciones en Córdoba y Sevilla.
Leovigildo aspira a suceder en el trono a Atanagildo, que ya anciano morirá sin descendencia. Para ello busca a la única heredera de la dinastía merovingia, la nieta de Clodoveo, la hija de Amalarico. Una joven que ha sido criada por un druida albión en un castro celta y que ya ha dado a luz al hijo del líder de los albiones.
La novela, en su primera parte, y mediante el relato directo de Jana, la reina sin nombre, presenta al lector la trama en el momento en que es capturada por los suevos y llevada como esclava a Albión. Jana, con sus recuerdos, explica al lector todo lo conoce de su vida hasta ese momento que se compendia en un gran misterio del que sólo sabe que ha curado a un rebelde herido mortalmente por los suevos con la ayuda de una medicina elaborado en una copa muy especial.
En el castro de Albión, situado entre los acantilados del Mar Cantábrico, Jana conseguirá hacerse respetar por su destreza como curandera o sanadora. Y allí sobrevivirá a la tiranía de Lubbo hasta la llegada de Aster, el soldado herido a quien ella había ayudado a curar, y líder de los pueblos libres. Aster es el héroe de la epopeya de los pueblos cántabros que luchan por mantener su libertad y sus tradiciones. Aster representa al líder generoso y magnánimo que renuncia a su felicidad por cumplir su misión, la misión de aunar a los pueblos libres del norte. Algunos de sus más próximos pagan con su vida la lealtad.
Jana desconocedora de su pasado, ama tiernamente a su esposo y a su hijo y sirve al pueblo celta con los conocimientos sobre plantas medicinales que el druida le ha transmitido. Pero se resiste a entender que con su sacrificio personal, con su renuncia y alejamiento del pueblo Albión, tal vez librará, a los habitantes del castro, a su propio esposo y a su hijo de tan sólo unos meses, de la amenaza de muerte de los ejércitos de Leovigildo. Se entrega a los godos para convertirse en la madre de Hermenegildo y de Recadero, futuros líderes y reyes godos.
En la segunda parte de la novela son dos los narradores. El druida de nombre celta Enol y de nombre francés Juan de Besson, explicará a Jana, ya reina de los godos, los misterios que envolvieron su infancia y los orígenes de su dinastía. El druida, ya moribundo, desea encontrar la paz de su espíritu y confiesa sus pecados. La reina no sólo sabe perdonarle; también le asiste en sus últimos momentos como a un padre.
Después vuelve a ser la voz de la reina, hija de reyes y madre de reyes, quien tome la palabra hasta el final del relato para dar cuenta de lo que ocurre en la corte de los godos, de la política que se sigue y del destino de su propia vida y de la de sus hijos.
En definitiva, una novela que no tardará en llevarse al cine pues reúne todos los ingredientes necesarios para mantener la atención del lector y del espectador y, al mismo tiempo, resulta enriquecedora desde un punto de vista cultural.
El sobrino de Atilano Nicolás