Saturday, November 25, 2006

Bodas de sangre, de Lorca

“El Teatro del Aire”, financiado por Caja Laboral, puso en escena, en la Sala Borja de Valladolid, este clásico de Lorca, con la colaboración de Macarena López y Eva Rodríguez quienes ejecutaron una muy adecuada coreografía y números de baile que subrayaron los momentos más álgidos del drama –muerte a navajazos de ambos enamorados-.
Federico García Lorca supo poner la belleza de la poesía al drama que puede originar la pasión del amor entre hombre y mujer. Con gran acierto, veló con la sutileza del verbo la pasión más fuerte que puede darse, capaz de conmocionar las vidas de los implicados y las vidas de todos cuantos los rodean: la trama social.
Construida en un contexto en el que la virginidad de los contrayentes matiza el honor de la familia y el origen de nuevas vidas como sustento del entramado social y de la economía, exalta el valor de la entrega mutua, única y con exclusividad durante toda la vida, hasta el punto de que la infidelidad conlleva la lucha a muerte.
La violencia de la pasión como sentimiento capaz de unir a un hombre y a una mujer en una sola carne, de buscar el núcleo engendrador de nuevas vidas, exige, en la obra de Lorca y en la realidad de muchos contextos culturales, esa virginidad y esa fidelidad de ambos cónyuges e implica un código del honor refrendado con la sangre.
Hoy día, el hombre moderno prefiere verse liberado de compromisos tan fuertes –necesarios en una economía de estructura familiar-. No quiere oír hablar de compromisos que conlleven el sacrificio de la fidelidad. Trivializamos el valor de la virginidad con la finalidad de anular el código del honor y sus consecuencias. Creemos que un pacto social en el que quepa la unión y la separación del afecto entre hombre y mujer, y que deje esa unión supeditada a las exigencias de la correspondiente escena de la vida, nos garantiza una mayor felicidad.
La dignidad de la persona y su ejercicio se relega a las necesidades estrictamente personales tratando de olvidar los aspectos sociales, la ligazón que es antropológicamente necesaria y connatural al ser humano. El hombre moderno se constituye, se quiere constituir, como un ser que puede prescindir de la fuerza del amor, de la pasión del amor. Que puede ir contra su propia naturaleza en el ejercicio de su libertad. Que puede intentar volar, a todo “pecho”, sin las alas que la naturaleza no le ha concedido. Y así, en ese ejercicio libre de ir contra su propia naturaleza social, nos encontramos a un ser humano postmoderno tremendamente aislado, melancólico, deprimido y que se sucumbe a otras pasiones en el intento de alcanzar la pasión auténtica del amor.
Lorca escogió un final fuerte –la muerte- para su obra. Un final que resulta atrayente porque lleva en sí mismo el sello de lo auténtico, de lo que es propio a la naturaleza del hombre.
El Teatro del Aire, bajo la dirección de María de Padilla encontró el acierto en la interpretación. El trabajo de Lorena Fernández, La madre, y Eva Lago, La novia, encontraron apoyo en la interpretación que hicieron Pablo Rodríguez, Leonardo, y Miguel Balbás, El novio.
La escenografía, minimalista pero eficaz, contribuyó al mantenimiento del ritmo que quizás picó un poco de lento. Pero en conjunto se podría definir la interpretación como adecuada, capaz de transmitir al público asistente la fuerza de la pasión del amor.
El sobrino de Atilano Nicolás

Monday, November 20, 2006

De qué hablamos cuando hablamos de amor

Raymond Carver

Anagrama, Barcelona, 2006
Traducción de Jesús Zulaika

Se trata de una colección de diecisiete relatos en clave hiperrealista. Carver pone al lector frente a la realidad social norteamericana. Descripción dura del mosaico social y lo que implica la sucesión de divorcios y amalgamas sociales complicadas en medio de las cuales el hombre –y la mujer- tienen que sobrevivir. La sensibilidad del otro hacia los propios sentimientos y la soledad que nos encuadra ante la falta de respuesta a la afectividad del otro van determinando la configuración de seres desarraigados en extremo para los cuales la palabra amor ha dejado de tener una significación universal, un valor absoluto.
“¿Por qué no bailáis?”, el primer relato, nos presenta a una pareja de enamorados que intenta comprar algunos muebles para su hogar en una venta de segunda mano. El anciano que los vende acepta el precio que ellos ofrecen porque cree descubrir en ellos la pasión del primer amor. Incluso les regala un tocadiscos y unos discos con la petición de que bailen –que demuestren el entendimiento de la pareja-.
En “El señor Café y el señor Arreglos” el lector se puede reconocerse en el alivio con el que un marido descubre que su ex mujer ama a un hombre que vale menos que él mismo: aquel que el creía un ingeniero aeronáutico ha resultado ser un trabajador de la cafetería del aeropuerto. Mejor, un ex trabajador y un ex presidiario porque su ex mujer pagó la fianza para que recobrase la libertad.
En “Belvedere”, un motel de carretera, trabaja una pareja. En principio les pareció un sitio muy apropiado para vivir su condición de enamorados. Y así fue durante una temporada. Pero apareció una morenita mexicana, encargada de la limpieza de las habitaciones y el hombre decidió probar las mieles de la infidelidad. El momento que elige Carver para dar a conocer la situación de la pareja al lector es precisamente el de la desesperación y la borrachera para olvidar, el hombre, su error, y la mujer su dolor. Perdido el respeto, perdido el sentido de la vida…, y el trabajo.
Sam y Cliff habían sido amigos, además de vecinos. Lo cuenta Carver en  el relato “Veía hasta las cosas más minúsculas”. Un día se emborracharon y se dijeron las cosas claras. Levantaron una valla entre las casas. Sam sigue acudiendo a la valla por las noches aunque ahora recoge las babosas del jardín en un tarro. Las babosas son todo lo que queda de aquella amistad. La mujer de Cliff encuentra bastante desagradable la actividad nocturna de Sam –recoger las babosas. Es mejor el mundo que ve dentro de su casa.
Un padre le confiesa a su hijo cómo fue infiel a su madre repetidamente, hasta que el marido de la otra descubrió todo y terminaron los dos matrimonios. “Bolsas” es la justificación de lo injustificable delante del hijo, quien a su vez se encuentra en una situación de ruptura. Ambos hombres se encuentran en la cafetería de un aeropuerto, la gran casa de nadie; sólo gente de paso, como las propias relaciones de las parejas que duran lo que dura un vuelo. Pero Carver se limita a describir realidades muy probables. La misma crudeza de la realidad es una simbología de la soledad del hombre –y de la mujer- perdido en la selva del asfalto.
“El baño” por ejemplo, un símbolo de que las necesidades cotidianas pueden imponerse a las circunstancias más dolorosas de la vida. Una pareja que deberían estar celebrando el cumpleaños de su único hijo, se ven inmersos en la tragedia: un coche acaba de golpearle y está en coma. La madre acompaña al niño en el hospital mientras el padre, que volvía del trabajo decide tomarse un baño. En casa recibe insistentes llamadas del pastelero pidiendo que pasen a retirar la tarta del cumpleaños.
“Diles a las mujeres que nos vamos” es un relato sumamente cruel. Dos parejas de amigos de la infancia cenan juntos en casa de uno de ellos. Los hombres deciden salir a tomarse unas cervezas. Ven a dos chicas en un coche y las persiguen. La historia termina con el asesinato de las dos chicas. Una infidelidad trágica.
“Después de los tejanos” describe la percepción de una pareja, ya ancianos, sobre la realidad del amor entre los jóvenes. El lector cree que el relato está fundamentado en el refrán “afortunado en el juego, desgraciado en amores”. Y así parece, pues los ancianos que han logrado vivir juntos en armonía no aciertan en el juego. Sin embargo los jóvenes que parecen ajenos al significado profundo del amor lo ganan todo. De pronto el lector se topa con un muro: la anciana padece cáncer.
“Tanta agua tan cerca de casa” muestra al lector la indolencia e indiferencia de cuatro amigos que van de pesca un fin de semana. Nada más llegar, se encuentran el cadáver de una joven y deciden dejarlo atado a un árbol y no renunciar a su proyectado fin de semana; finalizado su fin de semana informan al sheriff. Lógicamente los vecinos de la localidad se extrañan de su frialdad pero para ellos el problema se resuelve con un güisqui y...
“La tercera de las cosas que acabaron con mi padre” es el relato más largo. El protagonista analiza las causas de la muerte de su padre. Pearl Harbor, el regreso a la granja familiar y la muerte de Dummy (un vecino bobalicón), enloquecido por su dedicación a un criadero de peces. Por las pencas abandonó a su mujer y cuando el río se desbordó y perdió su criadero, mató a su mujer con un martillo y después se suicidó. Una escala de valores muy particular.
El penúltimo relato lleva el título de la colección “De qué hablamos cuando hablamos de amor” y es una reflexión sobre el significado de maltrato físico en la pareja y suicidio por amor. “Creo que en el amor no somos más que principiantes. Decimos que nos amamos, no lo dudo. Yo amo a Terri y Terri me ama a mí, y también vosotros os amáis. Ya sabéis a qué tipo de amor me refiero ahora. Al amor físico, ese impulso que te arrastra hacia alguien concreto, y al amor que inspira el ser de la otra persona”.

Carver reserva para el último relato “Una cosa más” el argumento de un loco en el manicomio quien parece no haber resuelto su correcta ubicación. ¿Será el amor esa relación que nos desquicia la vida y nos hace sentirnos ajenos a nosotros mismos si nos falta la presencia del ser amado?